Che uinicEl Che Uinik. Se dice que habita en los bosques yucatecos. Ha sido caracterizado como un ser con voz de trueno, de cuerpo enorme y musculoso, pero sin coyunturas ni huesos.

Duerme de pie o recostado en el tronco de los árboles, y sus pies están invertidos: los talones por delante y los dedos proyectados hacia atrás.

Al caminar, se apoya en un bastón hecho con el tronco de un árbol, y puede devorar a aquella persona que encuentre perdida en el monte. Precisamente, esa es su comida favorita.

Así, dibujó con palabras al singular personaje Carlos Augusto Evia Cervantes, antropólogo social yucateco, quien preside el Grupo Espeleológico Ajau de Mérida.

Tuvimos acceso a tan apasionante tema al revisar las memorias del VIII Congreso Nacional Mexicano de Espeleología que sesionó en febrero del año 2007, donde el mencionado antropólogo participó con «El mito del hombre salvaje de las cavernas.»

Evia Cervantes, para indagar acerca de la presencia de este mito en el estado de Yucatán, acudió a lo más representativo de la producción vernácula. Y allí encontró el relato de un periodista que daba cuenta de un inquietante rumor en las comunidades del municipio de Tecoh.

Se refería a un hombre de dos metros de altura, cabello muy largo, cuerpo muy peludo, que habitaba en las cavernas, y deambulaba durante las noches por brechas y caminos blancos en los profundos montes altos del sur del Estado.

Se afirmaba haberlo encontrado, también, en los montes bajos más cercanos a los centros de población. Fue descrito como algo espantoso: parecido a un gorila o un oso, pero que se le veía caminar erguido, y conforme avanzaba, dejaba escuchar un ronco jadeo. Otras personas, que no alcanzaron a observarlo directamente, aseguraron haberse topado con sus huellas.

El mito desde dentro:

El especialista Evia Cervantes, al interpretar el mito atendiendo a su significación social y contenido simbólico, señala que es una manera de expresar y condenar las pautas negativas de la convivencia comunitaria.

Los relatos no enuncian abiertamente las infracciones a las normas, mas sí exhiben a quienes las cometen como seres indeseados. De hecho, no se les considera parte de la entidad social porque habitan en cuevas del monte o selvas: al final de lo conocido por la comunidad.

Se colige que la persona capaz de cometer una acción de ese tipo, puede ser expulsada o -al menos- rechazada por el grupo del cual forma parte. Indirectamente, se valoran positivamente las pautas de conducta que sirven para posibilitar la armonía del colectivo social y para reforzar la identidad de quienes comparten el mito.

Contribución: Yurina Fernández Noa
Email: [email protected]

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