Los Mayas: Rituales Funerarios
Las fases del entierro Maya
Generalmente, los difuntos eran enterrados en su propia vivienda o en los lugares donde habían ejercido su trabajo. Y se han detectado varias fases en los enterramientos. Primero, un entierro inicial, para llevar a cabo el definitivo años después, el cual podría estar acompañado de una limpieza de la osamenta, eliminando restos de carne y otras adherencias. En algunos enterramientos, resulta frecuente descubrir diversos objetos que deben haber formado parte del ajuar mortuorio, lógicamente, con algún significado simbólico relacionado con la otra vida.
Una de las piezas halladas de forma recurrente consiste en una máscara (de jade, estuco o madera) que se colocaba sobre el rostro del difunto. Según los estudiosos, estas máscaras podrían haber servido para aludir al cambio de condición de su portador (de la vida terrena a la “subterránea”), constituyendo parte de una especie de ceremonia de regeneración.
Otra de las piezas encontradas, habitualmente, junto a los difuntos (en ocasiones en gran número) es el espejo. Y es que en la compleja religiosidad Maya, estos “mágicos” utensilios, capaces de reflejar las imágenes, constituían un inmejorable medio de contacto con Xibalbá, que no es más que ese mundo subterráneo regido por los espíritus de la enfermedad y la muerte, que al mismo tiempo simbolizaban.
Según señalan investigaciones realizadas por la Universidad Nacional Autónoma de México, esos espejos no son como los que conocemos actualmente: eran de piedra tallada y con una superficie reflejante cóncava, lo que -evidentemente- distorsiona la imagen, concentrando la imagen reflejada de los focos en el centro del espejo.
Acomapañantes al Inframundo
Regresando a los ritos mortuorios, tenemos que se han descubierto restos de otros difuntos junto al “principal”. Al parecer, estos cadáveres “secundarios” pertenecían a personas sacrificadas, con la finalidad de que el difunto gozara de un acompañante en su viaje al Otro Mundo, como sucede en la tumba del Rey Pacal de Palenque. En otros casos, los fallecidos no se hacían acompañar, en su viaje al más allá, por víctimas de sacrificios, sino que contaban con el auxilio de habitantes del Inframundo, conocidos como wayob (literalmente, “espíritus compañeros”).
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