Para los mayas el tiempo es cíclico. Pensar en la muerte como la peor de las tragedias es un sinsentido en su cultura, pues saben que el renacimiento de sus almas está siempre a la vuelta de la esquina. Por eso, cuando Jacinto Canek (nacido Jacinto Uc de los Santos) proclamó el regreso de Moctezuma o de Cristo Rey en su persona, a los mayas esto les hizo completo sentido. Jacinto Canek era el regreso inevitable de su eterno líder.
Orígenes de Jacinto Canek, o Jacinto Uc de los Santos
Nacido en San Francisco de Campeche en 1730, cuando aún era parte de Yucatán, Jacinto Canek forma parte importante de la historia de resistencia del pueblo maya contra la tiranía de cuerpo y pensamiento a la que los sometían los españoles. Sin embargo, los mayas nunca dejaron de ver a sus dioses incluso en los símbolos católicos; más bien, los mezclaron entre sí. Jacinto es un ejemplo perfecto de ello.
Aunque de origen por completo maya, un tiempo Canek fue educado por frailes franciscanos; de ahí que no sea de extrañarse que él mismo se llamara mayordomo de Jesús Nazareno durante su último juicio, pues a sus ojos, la visión maya y católica no se contradecían, sino que se complementaban.
Sin embargo, para la corona española el sincretismo nunca fue una opción. Una de las consecuencias fue que las rebeliones mayas aparecían cada tanto a lo largo de los siglos que duró la conquista. La rebelión de Cisteil (se pronuncia Kisteíl ), encabezada por Jacinto Canek, es una de las más recordadas.
La rebelión de Cisteil
Cisteil es un poblado maya actualmente ubicado en el municipio de Yaxcabá, en Yucatán. Éste fue el lugar de los hechos en los que el mundo vio, mejor que nunca, que el ardor maya no se reducía a un fuego volátil y propenso a desaparecer con cualquier soplo pálido; más bien, era una hoguera constantemente avivada. Con Jacinto Canek proclamándose rey de los mayas en Cisteil el 19 de noviembre de 1761 se hizo realidad la profecía del regreso del paladín maya. De pie en la iglesia del pueblo, Canek dio el grito de guerra que incitó el levantamiento de los indígenas contra los españoles.
Primer enfrentamiento
Se cuenta que todo fue a partir del enfrentamiento que tuvo con un comerciante español que se hospedaba en un mesón cercano y que se negaba a retirarse de ahí. Ante esta negativa, Canek lo mandó a matar, lo que provocó la indignación y activación española. El capitán Tiburcio Cosgaya, comandante de Sotuta, y 20 soldados más fueron enviados para calmar lo que pensaban era una rebelión sin importancia. Al final de este enfrentamiento, 16 españoles habían perdido la vida, entre ellos el capitán. Con este triunfo inmediato, Canek no podría controlar que, para la próxima ocasión, los españoles les superaran por mucho en número y armamento.
Segundo enfrentamiento
Tan sólo días después, el 26 de noviembre, dos mil hombres del ejército español llegaron a Cisteil, repletos de armas. Ahora el panorama pintaba muy diferente para “Chichán Moctezuma”, reencarnación de Kukulkán-Quetzalcóatl, y sus seguidores, dejando un saldo de 500 mayas asesinados, muy por encima de las bajas españolas.
Posterior a la masacre, Canek se refugió en la hacienda de Huntulchac. Sin embargo, cazado con tenacidad, fue encontrado y aprehendido a las pocas semanas en Sivac junto con varios de sus seguidores.
Suplicio y muerte de Jacinto Canek
El 14 de diciembre de 1761 a las ocho de la mañana, Jacinto Canek fue ejecutado frente a la Plaza Mayor de Mérida, esa por la que hoy caminamos tranquilamente cuando queremos tocar el corazón de la capital yucateca. En el fondo, y a veces sin saberlo, nuestros pasos siguen el compás palpitante de luchas que preceden nuestros pasos.
Dice Mario Humberto Ruiz en su libro «Las lágrimas de los indios, la justicia de Dios»: “La crueldad alcanza su vértice en la persona del líder. A caballo, humillantemente vestido y con una corona de piel de venado como mofa a su pretendida realeza, se hizo entrar a Canek a Mérida, para asistir a un rápido juicio donde se le condena a ser ‘roto vivo’ –‘quebrándole los brazos y piernas a golpes’-, y desgarrada su carne con tenazas. Una vez ‘muerto naturalmente, y esté tres horas expuesto en dicho cadalso para que todos lo vean, se quemará su cuerpo y sus cenizas se darán al viento’. Los 69 sobrevivientes de la batalla fueron obligados a presenciar el suplicio la mañana del 14 de diciembre”. Este acto atroz y sanguinario fue presenciado por el gobernador, capitanes y encomenderos élite de la provincia. Era evidente que la condena de Canek no era sólo con intención de castigarlo y hacer “justicia”, sino que era una advertencia para todo el pueblo maya de lo que podría ocurrirles si osaban volver a levantarse en armas contra ellos.
Como leña al fuego, la muerte de Canek sólo fue el umbral de lo que sería el próximo gran movimiento armado contra los españoles, décadas después, en 1847: claro que te hablo de la Guerra de Castas. Y así, la hoguera no se apagó por completo.
Canek le prometió a su pueblo la vida eterna, que las balas españolas no los matarían, que sólo si gritaban morirían. Es curioso saber que el capitán de guerra a cargo de la embestida que hizo caer a Jacinto Canek, Estanislao del Puerto, contó en el juicio que, aunque cientos de mayas murieron durante el enfrentamiento, ninguno emitió un solo ruido al caer…
Fuentes:
https://www.memoriapoliticademexico.org
La rebelión de Jacinto Canek (SEDECULTA)
https://memoricamexico.gob.mx
“Canek” de Ermilo Abreu Gómez.
“Las lágrimas de los indios, la justicia de Dios” de Mario Humberto Ruiz.
Fotografías por Ayuntamiento de Mérida, Olivia Camarena y Yucatán Today para su uso en Yucatán Today.
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