En muchas partes del mundo se considera al verano como la temporada en la que los cielos se llenan de espectaculares atardeceres, las vibras playeras se sienten a la vuelta de la esquina y el calor comienza a estar más presente.
En Yucatán es un poquito diferente, pues esto inicia desde mucho antes, pues las temperaturas nos empiezan a llamar hacia la playa apenas termina el invierno. En las calles se empieza a ver gente con bermudas, chanclas y lentes de sol. Los abanicos se vuelven indispensables y, sobre todo a partir de mayo, los yucatecos buscan lugares para refrescarse, como balnearios, cenotes o las hermosas playas de la Costa Esmeralda.
Cuando era niño y empezaba el bochorno en la ciudad, significaba que era el momento ideal para escaparme a la casa de mis abuelos en Chelem. Durante estos días no podían faltar las noches de lotería, comer un delicioso pescado frito, ver las estrellas y, lo más importante, pasar el día en el mar, nadando o acostados en la arena.
Y ahí justamente, en la playa o tomando el fresco en la terraza, era el punto de encuentro para los protagonistas de esta historia: los “merengueros”. Así se les conoce a las personas locales que venden una extensa variedad de dulces a la orilla de la playa o dentro de restaurantes de los puertos y que son muy fáciles de reconocer. Normalmente cargan unas tablas de madera sobre la cabeza, que por encima tienen un plástico que ayuda a proteger los productos, mientras exclaman: “¡merengue, merengue, rico merengue!”
No es que los merengues, esas delicias dulces y blancas, crujientes por fuera y esponjosas por dentro, sean la única opción que manejan. El menú es amplio, con paletas, palanquetas, cocadas, garapiñados, melcochas, pastelitos de coco o camote y claro, los merengues. Los precios pueden variar según el dulce que elijas, pero los precios suelen rondar los 15 y 20 pesos.
Comprarles es muy sencillo: basta con expresar interés en su presencia e invitarlos a acercarse a donde estás. Ellos procederán a bajar la tabla y colocarla en una base, quitarán el plástico y te mostrarán el dulce botín.
Si eres dulcero como yo no podrás resistirte; el verdadero reto será elegir. Ya que hayas decidido cuál quieres, la persona te lo dará, ya sea envuelto en una hoja de papel o en una bolsita de plástico para que disfrutes. Los puedes encontrar caminando junto a la costa desde el mediodía hasta antes de la cuesta de sol e inclusive podrías ver pasar a más de uno al mismo tiempo.
El comer un dulcecito en la playa es una costumbre muy yucateca que no puede faltar y que hace que los días sean más llevaderos; además, al comprarles a estas personas apoyas la economía local de los pueblitos costeros. Cuando los veas pasar, no dejes de probar alguno de sus manjares, y si está en tus manos, ofréceles un vasito con agua, ya que en muchas ocasiones ellos caminan varios kilómetros al día para endulzarle la vida a sus clientes.
Un último tip: cuando elijas tu merengue, busca los más doraditos y quemaditos, ya que tienen un sabor y textura únicos.
Por Carlos Guzmán
Fotografía por Yucatán Today para uso en Yucatán Today.
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