Rómulo Rozo, amado parcero y autor del Monumento a la Patria en Mérida
Rómulo Rozo, amado parcero y autor del Monumento a la Patria en Mérida, Parcero entrañable de Yucatán.
Rómulo Rozo, parcero entrañable de Yucatán
Creó uno de los íconos más representativos de Mérida, una calle lleva su nombre, un busto de bronce honra su memoria en pleno Paseo de Montejo y su retrato al óleo cuelga en el Museo de la Canción Yucateca; sin embargo, para muchos este hombre es (casi) desconocido.
Rómulo Rozo es uno de esos héroes anónimos cuyo trabajo todos hemos visto alguna vez, si no es que diario, pero de quien ignoramos mucho.
Ahí te va otra pista: el Monumento a la Patria, punto fotográfico favorito de visitantes locales y foráneos, sitio de reunión y sede informal de conciertos, mítines y manifestaciones populares, lleva su firma. El diseño del monumento es del arquitecto Manuel Amabilis, a quien Rómulo conoció en España, pero la investigación y tallado de los más de 400 personajes representados en sus paredes, son suyos, un trabajo que le llevó 12 años, de 1944 a 1956.
¿Cómo llegó Rómulo Rozo a Yucatán?
Rozo llegó a Yucatán, procedente de la Ciudad de México, invitado por el gobierno estatal para dar clases de escultura. Y es que desde niño, en su natal Colombia (nació en Bogotá en 1899), el pequeño Rómulo mostró inclinación hacia las artes, particularmente la escultura.
Su vocación y entrega lo empujaron a buscar otros horizontes. Es así que en los años veinte se lanzó a Europa, donde ingresó a la Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid; más tarde, en París, fue discípulo de Antoine Bourdelle, antiguo pupilo a su vez de Auguste Rodin.
La consistencia de su trabajo le ganó reconocimiento en el Viejo Continente, tanto así que en 1929 el gobierno colombiano lo asignó a su embajada en México, donde pronto se hizo un lugar en la escena artística local. Fue invitado a ser parte de la expedición científica que en 1936, a instancias del gobierno de Lázaro Cárdenas, exploró el entonces Territorio de Quintana Roo, tierra lejana y poco conocida.
Allí, en la recién nombrada Chetumal (que un año antes todavía era conocida como Payo Obispo) decoró varios espacios públicos. Aquella experiencia por la península hizo que no dudara en aceptar la invitación del gobierno de Yucatán para sentar su residencia en Mérida a principios de los años cuarenta.
La obra de Rómulo Rozo en Yucatán
Aquí enseñó escultura en la Escuela de Bellas Artes, desde donde impulsó el renacer de este arte que tan bien dominaron los antiguos mayas.
De su estudio salieron piezas que hoy forman parte de colecciones privadas, aunque no dejó de hacer obra de carácter público, como el desaparecido Monumento a las Leyes de Reforma en Veracruz, además de trabajos de encargo, como la escultura Imploración, que adorna una tumba en el Panteón Francés en Ciudad de México.
Su reconocimiento, aunque amplio, no siempre fue placentero. El Pensamiento, escultura que muestra a un hombre sentado y apoyado sobre sus rodillas, con un sombrero que le cubre la cabeza, fue objeto de una malinterpretación que denostaba al mexicano, algo que el artista lamentó siempre.
El Monumento a la Patria en Mérida y otras obras de Rómulo Rozo
Mejor volvamos al Monumento a la Patria. Elaborado con cantera traída desde Ticul, es su trabajo más conocido (su firma puede verse en la base de las columnas junto a las rampas), pero no el único. Los relieves que adornan el Monumento a los Creadores de la Canción Yucateca en el Cementerio General, salieron de su ingenio. De hecho, su relación con la trova yucateca va más allá, pues no sólo fue amigo de compositores y cantantes sino que también escribió una docena de canciones que, a ritmo de bambuco, forman parte del género, entre ellas Reina de mi alma y Los clarineros, con música de Manuel López Barbeito.
Y como de la trova al amor sólo hay un paso, su estancia en suelo peninsular terminó como tenía que ser: Rozo unió su vida a Manuela Vera, natural de Muna, con quien se casó y tuvo dos hijos.
Rómulo Rozo, mexicano de corazón
Su amor a Yucatán lo animó a buscar la naturalización mexicana, pero el proceso se alargó en marañas burocráticas. El final es digno de serie de televisión: en un giro dramático e irónico, la carta de naturalización fue entregada en su domicilio apenas unas horas después de haber fallecido, el 17 de agosto de 1964.
La noticia de su muerte no pasó desapercibida: conocidos, gente de la calle, colaboradores y hasta el mismo gobernador participaron del funeral. Sus restos reposan en una cripta debajo del Monumento a la Patria.
Nacido colombiano y muerto yucateco, Rómulo Rozo fue un paisano, un auténtico parcero ("compañero", "amigo cercano" en el argot popular de Colombia) de la Península de Yucatán.
Fotografía por Alberto Chuc y Yucatán Today para su uso en Yucatán Today.
Publicado por primera vez en la revista impresa y digital Yucatán Today, edición no. 441 de agosto de 2024.
Autor: Alberto Chuc
Me gusta viajar a través de libros y en el mundo real, actividades que combino cada vez que puedo.
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