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Los custodios de las zonas arqueológicas
De acuerdo con el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), México cuenta con 193 zonas arqueológicas, de las cuales 17 se encuentran en Yucatán. Cada una de ellas necesita ser resguardada y mantenida, pero ese no es sólo un trabajo propio de arqueólogos y restauradores. También lo es de los guardianes, los custodios y aquellos que tienen la fortuna de trabajar ahí. Ellos no sólo protegen los sitios, también se encargan de mantener vivo lo que aún está en pie: las historias de lo que probablemente ocurrió, su importancia y trascendencia, y lo que sigue aconteciendo hoy en día.
Ése es el trabajo que realiza Jorge Pech Quijano desde hace 33 años en el sitio arqueológico de Aké, un sitio al oriente de Mérida que se ha convertido en una extensión de él y su quehacer. Don Jorge llegó a Aké a los 18 años, con la idea de trabajar ahí sólo temporalmente, pero el lugar lo absorbió: le enseñó otras formas de trabajo, de conocimiento, de ver el mundo, de creer y de vivir. “Yo era ateo en ese tiempo, y acá se despertó en mí la cuestión espiritual; estos sitios son como portales”, nos cuenta.
¿Qué hace un custodio de una zona arqueológica?
Hace 30 años este sitio parecía un pueblo fantasma: con tanto silencio, parecía que el tiempo se había detenido. “Cuando llegué me dijeron que tenía que limpiar todo: los edificios principales, los que se restauraron, la plaza. Todo esto era selva; no había desbrozadoras ni motosierras: puro machete, ¡y había que darle! Don Isabel Cruz Sosa estaba a cargo”, prosigue. “Era chiclero, de Cenotillo y estaba por jubilarse. Él me enseñó a usar y afilar la coa, y el machete. Para hacer este trabajo tienes que conocer de muchas cosas; hasta de plantas tóxicas”. Hoy hay más tecnología para hacerlo, pero él sigue en constante movimiento, echando mano de sus habilidades en electromecánica para darle servicio a su equipo y no dejar de lado uno de sus quehaceres principales, que es limpiar, podar y mantener el sitio libre de maleza y hierba, lo que en Yucatán se conoce como “monte”. Él junto a otros dos compañeros hacen este trabajo diario en las primeras horas de su jornada, para evitar lo más pesado: el calor y la humedad.
También les toca lidiar con otros riesgos: posibles derrumbes, caídas, mordeduras de las numerosas víboras, tanto de cascabel ( Crotalus tzabcan ) como Huolpoch (del maya Wóol Póoch’, cantil yucateco o Agkistrodon russeolus ) que habitan la zona, y picaduras de avispas y abejas que se instalan a veces en las estructuras. En sus inicios, Jorge recuerda haber sufrido el ataque de cientos de abejas africanas. “Yo estaba limpiando y cuando metí mi coa, salen todas las abejas; ¡me curtieron!”. Afortunadamente, así es como descubrió que no era alérgico a sus picaduras. El trabajo de un custodio es también proteger a los visitantes de estos riesgos latentes; por ello es importante seguir sus indicaciones y los señalamientos, y abstenerse de ingresar a zonas restringidas.
Tantos años en este apacible sitio han dado a don Jorge la oportunidad de cultivar su conocimiento y espíritu, leyendo, por ejemplo, infinidad de libros de destacados mayólogos (Alberto Ruz Lhuillier, Román Piña Chan y Alfredo Barrera Vazquez, entre otros), y viviendo diferentes temporadas arqueológicas para redescubrir los edificios que a su llegada eran puro escombro. También ha tenido la fortuna de convivir, conversar y aprender de grandes arqueólogos como Thelma Sierra Sosa, Beatriz Quintal Suaste y Víctor Segovia Pinto (arqueoastrónomo que descubrió el fenómeno del equinoccio de primavera de Dzibilchaltún, Chichén Itzá y Uxmal, entre otros), “el papá de los arqueólogos”, como él lo llama. Jorge Pech también ha colaborado con periodistas de National Geographic, filmando y fotografiando aves; con Richard Evans Schultes, considerado el padre de la etnobotánica; con el laboratorio farmacéutico Aventis (hoy Sanofi); y con Filogonio García, nieto de la célebre curandera oaxaqueña María Sabina. Estas colaboraciones se basan en su amplio conocimiento (y documentación) de las plantas de Aké y sus usos medicinales, que complementa con su interés por la curación mediante inciensos y minerales.
Hoy don Jorge ya no es un custodio. Desde hace un año se desempeña como Asistente del Jefe del Área Administrativa del Patrimonio Cultural. Sin embargo, él continúa laborando como si aún lo fuera. Está orgulloso y agradecido con el INAH por haberle costeado la preparatoria y la carrera universitaria en administración, entre otras cosas. No es guía, pero si le preguntas, con gusto te contará sobre lo que sabe acerca del sitio, además de mostrarte algunas imágenes de las piezas que ahí se encontraron. Ahora mismo está trabajando en un guión para estudiantes de quinto de primaria que pronto visitarán la zona arqueológica, por lo que tiene ante él el reto de adaptar la información a un lenguaje que los niños puedan comprender. Así que si los caminos de Yucatán te llevan a Aké, no dudes en buscar y saludar a don Jorge Pech Quijano; tu visita a esta zona arqueológica será aún más rica con alguna de sus anécdotas.
La zona arqueológica de Aké se encuentra a una hora de distancia de Mérida hacia el oriente. Sigue la carretera a Cancún hasta Tahmek y ahí desvíate al norte hacia Tixkokob.
Fotografía por MKCT y Horacio Castillo para uso en Yucatán Today.
Publicado por primera vez en la revista impresa y digital Yucatán Today, edición no. 431 de noviembre de 2023.
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Autor: Magali Ramírez D.
Comunicadora Gráfica. Amante de la comida. Aventurera empedernida. Atleta por convicción y extrema por desasosiego. Descubro, me sorprendo y aprendo a través de las historias de vida que todos tenemos que contar.
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