San Diego de Alcalá es el santo de La Ermita, la iglesia encima de la colina en Tekax. La iglesia se construyó en 1645 por los españoles que buscaban convertir a la población maya al catolicismo.
Según cuenta la leyenda, los españoles no corrían con mucha suerte en sus procesos de conversión hasta que, convenientemente, ocurrió un milagro. Se dice que a la estatua de San Diego de Alcalá, que normalmente residía en la catedral, se le vio posado sobre un pozo en la colina, pero desapareció rápidamente y volvió a aparecer en la catedral. Después, volvió a aparecer en el pozo y se interpretó como una señal de que San Diego quería que se le construya un santuario en ese lugar.
Aunque este “milagro” ahora es parte de la historia aceptada del pueblo, hay otra historia menos conocida, que sobrevive entre sus habitantes. Esta leyenda no la encontrarás en libros, ni en Internet (lo sé, porque intenté encontrarla y no pude), pero es muy conocida entre los tekaxeños. Cuando la corroboré con el guía que me la contó me comentó que es parte de la tradición oral del pueblo.
De acuerdo con esta leyenda, durante los preparativos para la “Bajada de la imagen de San Diego”, un niño que buscaba un lugar oculto para tomar su siesta se acostó en el horno apagado pero calientito de un panadero. Mientras dormía, llegó el panadero y empezó a prepararse para hornear los panes de las fiestas. De repente, el niño despertó en un horno caliente y se dio cuenta de que estaba atrapado. Gritó para que lo ayudarán, pero ni el panadero, ni los habitantes que ya habían caído en cuenta de que algo andaba muy mal, lograban ayudarlo.
En este momento pasó la procesión de San Diego y, aparentemente, el santo se salió de su propia procesión sólo para rescatar al niño del horno. El niño sobrevivió y San Diego continuó en su camino de la catedral hasta la plaza del pueblo.
En reconocimiento de este milagro, los panaderos de Tekax le ofrecen hogazas al santo, por esto lo verás en La Ermita con roscas -reales y falsas- en los brazos. El festival de San Diego es del 3 al 18 de noviembre y se celebra con bailes, fuegos artificiales, procesiones y más. El enfoque del festival es la “Bajada de la imagen de San Diego”. Este es el único momento del año en el que la estatua se lleva desde su hogar en La Ermita y se pasea por el pueblo hasta llegar a la iglesia principal.
Editorial por Cassie Pearse
Fotografía de Ralf Hollmann, Óscar Góngora y Yucatán Today
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