Los Mayas y el Cabello

Entre los Mayas, era un castigo que se le cortara el cabello a alguien. Tanto los hombres como las mujeres lucían una larga cabellera negra, gruesa y lacia, aunque se diferenciaban –generalmente- en el tocado.

 

El Dr. Sylvanus G. Morley, quien fuera un eminente arqueólogo Mayista, precisa que los Mayas desplegaron gran magnificencia en el tocado. El armazón era, probablemente, de mimbre o de madera, labrado en forma de cabeza de jaguar, ave o serpiente, o quizá la cabeza de alguno de sus dioses.

 

Los armazones estaban cubiertos de piel de jaguar, mosaico de plumas y jades grabados, y coronados de altos penachos de plumas. Algunas veces, el penacho revestía la forma de una cresta rígida de plumas; pero siempre era la parte más llamativa del atavío e indicaba el rango y clase social de la persona. Los nobles, por ejemplo, usaban ramilletes de flores y yerbas aromáticas, según se puede leer en Historia de Yucatán, del Fray Diego López de Cogolludo.

 

Los Mayas tenían por costumbre eliminar la prolongación de la cabeza hacia atrás, quedando la misma enteramente redonda y casi achatada. Cuentan los historiadores que practicaban la deformación de los cráneos en los recién nacidos, comprimiendo sus cabezas entre dos tablillas cóncavas colocadas en la frente y el occipital, las cuales se ajustaban con un torniquete que, progresivamente, aumentaba la presión. Además, las madres solían quemar con paños calientes los rostros de sus hijos con la finalidad de que no les creciera la barba.

 

Al referirse a la vida y costumbres de la gente del pueblo, el Dr. Sylvanus G. Morley en su obra La Civilización Maya, describe que los hombres se quemaban la parte alta de la cabeza para mantenerla desprovista de cabello. Se trenzaban, entonces, los cabellos largos y los enrollaban alrededor de la cabeza como una corona, dejando una cola que les caía por detrás.

 

Las mujeres dividían su larga cabellera en dos partes, o la trenzaban por atrás, y la ataban de diferentes maneras con un tocado. Se dice que cuidaban mucho su cabello y se lo peinaban de varias formas. El peinado de la mujer casada era diferente al de las muchachas solteras.

 

En fin, el modo elegido para llevar la cabellera resulta -frecuentemente- una señal de identidad cultural, social o étnica, y puede reflejar el estatus social y rasgos de la individualidad.

 

 

 

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