Costumbres y Creencias Mayas
Virginidad, embarazo y parto
Ixchel es la diosa Maya de la fecundidad. A ella se le atribuyen, también, fenómenos relacionados con la Luna, el tejido y las inundaciones. Ha sido representada como una anciana vaciando un cántaro lleno de agua sobre la tierra o tejiendo en un telar de cintura. En la cultura Maya, Ixchel era la esposa de Itzamná, dios del Sol.
Su templo se localiza en la isla Dcuzamil de la provincia de Ecab (hoy Cozumel). Cuentan que desde el puerto de Pole (actualmente Xcaret) partían las canoas de peregrinos hacia aquel lugar: las parejas, para pedir un hijo y los agricultores, una buena cosecha.
Numerosas son las costumbres y creencias Mayas acerca de la virginidad, el embarazo y el parto. Sobre el particular, versó un material publicado por la Revista de la Universidad de Yucatán en su número mayo-agosto de 1979.
Para elaborarlo, su autor Fernando Gasque López se basó en una revisión de la literatura existente relativa a la obstetricia Maya en la época precolombina y en entrevistas a comadronas (parteras empíricas) que, en la década del setenta del siglo XX, aún conservaban todas esas tradiciones y dogmas.
El Sr. Gasque López señalaba entonces que, para probar la virginidad de las muchachas, les ponían en el cuello una cuerda o una ropa delgada con doble pliegue y la mordían al final para pasarla por encima de la cabeza de la joven. Si lograban hacer esto con facilidad, no se trataba de una virgen; pero si la cuerda se atoraba en la frente de la dama respectiva, era considerada pura.
En relación con el embarazo, el autor refiere que, según el Fray Diego de Landa, las mujeres eran muy fecundas y parían a temprana edad. Además, resultaban grandes criaderas por dos razones: primera, la bebida caliente que tomaban en las mañanas criaba mucha leche; segunda, el continuo moler de maíz y no traer los pechos apretados, las hacía tenerlos muy grandes y con mucha leche.
Durante los primeros meses del embarazo, la mujer no recibía cuidados especiales ni se preocupaba mucho de su estado. No era sino hasta el cuarto o quinto mes cuando se empezaba a dar masajes abdominales cada tres o cuatro semanas, con el objetivo de ir cuidando que el embrión se mantuviera en una posición adecuada.
Por lo general, las embarazadas no alteraban sus ocupaciones habituales y, cuando el parto se aproximaba, el marido improvisaba un pequeño cuarto en un extremo de la casa mediante una cortina de palmas. De ese modo, la futura mamá podía permanecer en privado durante todo el tiempo que estaba en la casa.
Llegado el momento del parto, se hacía indispensable la presencia del esposo para colaborar en todo lo necesario, y podía encontrarse a la suegra como ayudante de la partera, la cual colocaba debajo de la hamaca a Ixchel en aras de facilitar el nacimiento. Al mismo tiempo, se invocaba el favor divino encendiendo tres velas en el oratorio familiar.
En el trabajo de parto, la mujer se colgaba con las manos de una soga o rebozo atado de una de las vigas de la choza, con las piernas abiertas y flexionadas casi en cuclillas. El marido la abrazaba por detrás, pasándole los brazos bajo las axilas y debía soplarle la cabeza para así "hacer salir al niño con su aire y su fuerza".
Durante ese tiempo, a la embarazada se le permitía acostarse en su hamaca cada vez que la comadrona lo entendiera pertinente. A manera de conclusión, el Sr. Fernando Gasque López destaca que la práctica obstétrica Maya, se basaba en la observación atenta del fenómeno biológico del alumbramiento, contaba con poca ayuda de la instrumentación y se apoyaba en el favor de plantas medicinales y de oraciones a los dioses. Logrando de esa manera que floreciera y cimentara una de las culturas más grandes de la humanidad.
Artículo por Yurina Fernández Noa
Autor: Yucatán Today
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