Es llamado “Ya’axche” en lengua maya y de acuerdo a la cosmovisión indígena, por medio de sus ramas permite la apertura de los trece cielos.
La Ceiba es un árbol venerado y sagrado por diversas culturas prehispánicas en Mesoamérica tales como los mayas, los taínos (Puerto Rico), los quechuas, los pipiles, los nahuas, y en la cultura afrocubana, los yorubas. También es venerado por algunas tribus de Perú, en donde creen que en él viven ciertas deidades de la selva.

Cuenta la famosa leyenda del Popol Vuh, que los dioses creadores sembraron en los cuatro rumbos del cosmos sus respectivas ceibas sagradas: al Este, la ceiba roja; al Oeste, la ceiba negra; al Sur, la ceiba amarilla, y al Norte, la ceiba blanca. Finalmente sembraron una quinta ceiba al centro de todos estos rumbos, y en sus raíces ubicaron el Xibalbá o Mitnal, que era la morada de los muertos; en su base colocaron el Kab o la tierra que habitamos los seres vivos; y en su fuste y ramas establecieron su morada los dioses; mientras que en la cima de su copa habitaba el origen de todos los dioses en la forma de una magnífica ave Quetzal celestial.

 

Por la importancia que representaba en la vida de estas civilizaciones, este gigante fue siempre plantado en el centro de las plazas. Llega a medir hasta 70 metros de altura y  su tronco tiene una circunferencia de hasta 5 metros.

 

En la ilustración de nuestra portada de junio 2014, una acuarela de Juan Manuel Mier y Terán, Director de Yucatan Today, se representa la escena en la que un arqueólogo y su guía, extasiados admiran una “Estela Maya” y al fondo, en la parte alta de un cerro, se encuentra la posible morada de quien, algún día, fuera el rey de la región; en primer plano, una gigantesca ceiba, cual mudo testigo de una escena en donde el mono araña se alerta debido a la presencia de una “oxcan” (boa), serpiente común en áreas profundas de la selva maya.

La ceiba significa vida, perpetuidad, grandeza, bondad, fuerza y unión. No hay otra planta que crezca tan alta, que sea tan vistosa, que dé tanta sombra y que reciba tantas ofrendas de su gente, desde flores, miel, algunas monedas y hasta algún animal que acepta con satisfacción, pues representa los poderes mágicos del árbol sagrado de la selva.

 

“Actualmente, el hombre ha perdido casi por completo el respeto por la naturaleza y los seres que habitan en ella, destruyéndola y olvidándose de principios vitales en una carrera de autodestrucción, consumismo, falta de sensibilidad e indiferencia por retomar el camino que nos fue trazado y las enseñanzas de nuestros antepasados y maestros, iluminados por el Creador del universo,” comenta Juan Manuel.

 

Hoy en día, las ceibas pululan en un hábitat silvestre y crecen en los sitios menos imaginables. En el Centro de Mérida, cerca del barrio de Santa Ana se encuentra una casona abandonada, donde a través de sus rejas de acero, un árbol de ceiba clama por su libertad y grita: Aquí estoy, soy la ceiba sagrada, ¡déjenme salir!

 

 

 

 

 

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