Mito del Pavo Rey
De esa manera, una lectura fue llevando a otra, y a otra, hasta que tuvimos delante un relato mítico de nuestra tierra: "Cutz, pavo de monte", registrado en la investigación Los mitos sobre las aves en el estado de Yucatán, de los autores Carlos Augusto Evia Cervantes y Herbert Francisco Ciau Yah.
En el mismo, se cuenta que el Gran Espíritu, cansado de las constantes riñas entre las aves, decidió convocar a una asamblea para designar a la que gobernaría al resto. Todas creían ser merecedoras de tan importante elección.
Por su parte, Dzul Cutz (el pavo real), ambicioso por naturaleza, se sentía orgulloso de su esbeltez; pero estaba consciente de lo poco atractivo de su plumaje. Y decidió convencer a Puhuy (el mensajero de los caminos) para que le prestara el suyo, argumentando que lo diminuto de su tamaño le restaba la gracia necesaria. Además, prometió que, ya envestido como el rey de las aves, compartirían las riquezas del reino.
Puhuy terminó aceptando. Se despojó de sus plumas, y el Cutz se las ajustó a su esbelto cuerpo, el cual muy pronto quedó ostentando un primoroso traje de larga cola, en la que relucía el lapis lázuli del cielo de los Mayas, el jade de su sagrada serpiente, y los tintos vivos de los crepúsculos tropicales.
Fue así que - contoneándose, con las alas ligeramente inclinadas a los lados y la cabeza levantada al aire- el Dzul Cutz entró al lugar donde todas las aves de la tierra del Mayab estaban congregadas para la elección. Reinó la sorpresa. El Gran Espíritu quedó complacido con el maravilloso cambio, y lo proclamó rey de todas las aves.
Un grupo de pájaros, al notar la ausencia de Puhuy a las asambleas, emprendieron su búsqueda. Finalmente, lo encontraron bajo un arbusto, tiritando de frío y casi muerto de hambre. Entonces, se conoció lo sucedido, y todas las aves de la tierra del Mayab escribieron una carta al Gran Espíritu, pidiéndole que el pavo real fuera debidamente castigado.
Es por eso que, cada vez que el pavo real abre el pico, en lugar de su melodioso canto de otros tiempos, se deja escapar un estridente y desagradable sonido, que acarrea la burla de quienes lo rodean.