Janal Pixan representa tradiciones muy distintas al terror que domina en otras latitudes. Pero Yucatán no es sitio blanco; aquí también se puede temer a las apariciones.
Una historia conocida (leyenda, a estas alturas) ronda la hacienda embrujada de Cholul. Ubicada sobre la carretera Cholul – Santa María Chi, pocos metros antes del Fraccionamiento Parque Central, hoy se encuentra devorada por incendios verdes. Sólo los aventureros son bienvenidos a su espadaña herida y sus escaleras de fauces. Accedí a pie; es la única manera.
“Es verdad lo que dicen sobre el linchamiento. Mi tatarabuelo regresó ensangrentado a casa esa noche”. Escéptico tal cual soy, nunca creí que el edificio tuviera tanto poder como dicen, o que al llegar te recibe una voz de espanto. “Volvió con las manos filosas como machete, David. Habían matado al diablo”. Ileana juró que seríamos amigos siempre y cuando no le pidiera que contara otra vez la historia de lo ocurrido en ese lugar hace más de siglo y medio.
“Uno de los que trabajaban el henequén era amigo de mi tatarabuelo. Él fue quien los enardeció para matar al dueño de la hacienda Cancabchén Casares porque había violado a su prometida. Mi bisabuelo le ayudó a perseguir al señor. Entre todos lo mataron. Eso es lo que dicen”.
La historia se parece mucho siempre que pregunto. A veces, el capataz se llama José; otras, Samuel. En ocasiones dicen que no hubo violación, pero sí infidelidad, y que asesinaron tanto a la mujer como al capataz. Son pocos los que aseguran que huyeron juntos, mientras que los menos dicen que el esposo, descendiente de brujos, se suicidó.
El único cráneo que vi durante mi visita era demasiado pequeño para ser humano. Ni Samuel, ni José. Ex Hacienda Cancabchén Casares de Sitpach. El verdadero nombre del lugar es, quizá, lo único de lo que podemos enterarnos si preguntamos en los pueblos.
En Apuntes sobre la historia olvidada de Cholul, Kanasín, San José Tzal y Umán, artículo de Laura Machuca Gallegos para Revista Península, se recupera la historia del “caso más grave” ocurrido en la propiedad de Manuel Rodríguez Solís, coronel retirado. “Varios procesos por abuso de autoridad se le habían levantado, pues amenazaba de palabra a sus sirvientes, les propinaba castigos físicos muy fuertes y los hacía víctimas de toda clase de abusos”, se lee en documentos del Archivo General del Estado de Yucatán. “Hasta que el 13 de mayo de 1873, un grupo de sirvientes lo mató a hachazos a plena luz del día”. Se dice que está embrujada y que el asesinado era el diablo porque, el mismo año, comenzaron a morir los hijos de quienes vivían cerca de la hacienda.
La otra cara de la moneda dice que también Manuel Rodríguez perdió una hija, Eulalia, cuya madre fue Josefa Rodríguez, raptada por el jefe rebelde Bernardino Cen. Así lo indica Paul Sullivan en La vida y muerte de Bernardino Cen.
Ahora no recuerdo muchas cosas de mi visita al lugar. Me quedan el golpe de las paredes al verlas, el llanto que escuché y el tacto de algo caminante sobre mis tobillos. Si alguien puede venir y ayudarme a escapar, por favor, apresúrese.
Por David S. Mayoral Bonilla
Dave Mayoral (1998) cree que es complicado escribir en tercera persona sin reírse en el intento, pero su formación en Lengua y Literatura Modernas, Historia del Arte Contemporáneo y Gestión Cultural suele ayudarle bastante…
Fotografías por David S. Mayoral Bonilla para su uso en Yucatán Today.
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