Dos lectores de Yucatán Today nos comparten su experiencia como una mitad de una pareja mexico-canadiense residiendo en Yucatán. 

 

Hace un par de años, la vida me ha dado el regalo más maravilloso del mundo: el amor. En Canadá encontré a la mujer que ahora llamo mi esposa; ella, una flor mexicana, y yo, un copo de nieve. Yo quería entenderla, así que hace un año y medio, en la gran locura de la pandemia, me mudé a Mérida.

 

No sabía mucho de este lugar; sólo que hacía calor y que era seguro. Mientras muchos quieren olvidar 2020 y 2021, yo tengo los mejores recuerdos de mi vida aquí. 

 

Aprendí sobre muchas cosas: solidaridad, resiliencia, y adaptabilidad. Unos de mis mejores recuerdos es de una vez que salí con mis amigos a la playa de Telchac. Teníamos una de las vistas más maravillosas del mundo y yo, como buena canadiense, tenía todos los problemas del mundo en la cabeza y no podía parar de quejarme. Me interrumpió uno de mis amigos y me enseñó una lección que no quiero olvidar nunca: “Los problemas de la Tierra siempre van a existir, pero tú y yo estamos aquí en la playa, y no podemos arreglarlos. Solo podemos ser la mejor versión de nosotros en el momento que nos pertenece”.

 

Admiro al pueblo mexicano por su fortaleza y su capacidad de seguir caminando sobre todos los obstáculos. 

 

México - pareja mexico-canadiense He vivido en varias ciudades de países diferentes en mi vida, y nunca fue más fácil encontrar nuevas personas que en Mérida. Mientras la pandemia ha aislado a la gente al punto que muchos tienen miedo de ver hasta a su propia familia, Mérida me ha recibido con los brazos abiertos. He conocido a casi todos mis amigos caminando por las calles, cosas que nunca me ha pasado en mi propio país: amigos de cervezas, amigos de arte, amigos de deporte o amigos que puedo llamar a las 5 de la mañana si pasa algo. Estos amigos incluyen otra pareja mexico-canadiense, Brian and Deya.  A pesar de la diferencia de edad y situación, encontré en ellos un poco de nosotros. En este tiempo de grandes cambios e incertidumbres, es bueno poder compartir su experiencia humana. ¿No es ese el propósito de la amistad?

 

—Pascale.

 

Aquí Brian. 

 

No es de extrañar que Mérida sea una de las ciudades más seguras de América. Fue la última en ser conquistada por los españoles y casi la mitad de la población del estado todavía habla maya. Como extranjero/residente, Mérida ha sido un lugar de sorpresas tranquilas, límites suficientes, de personas, lugares, comida, eventos comunitarios y experiencias culturales de calidad. Mientras deambulo por las calles en coche, a pie o en bicicleta, encuentro nuevas joyas en las escenas, personas y negocios que ocupan los espacios ocultos de la ciudad.

 

Vine aquí hace muchos años, mientras estaba en una aventura por América, y Mérida me capturó con su tranquilidad y bondad. Como una sirena cantando una canción encantadora, me sentí atraído. Pero no fue fácil; hacía calor para un canadiense frío, y el ritmo era diferente al que estaba acostumbrado. Pero a medida que me adapté e integré, he encontrado la magia del lugar, su increíble historia y cultura. Ser expatriado significa que mis amigos son diversos en edad, lugar, idioma y creencias. Desde lugareños hasta otros expatriados y más allá de la gente que viene aquí todos tienen algo en común, aprecian ese sentimiento que Mérida ofrece, como un susurro etéreo de jazz suave.

 

 

Como todas las cosas de la vida, se requiere alguna adaptación para estar aquí; conductual, fisiológica y estructural. Tengo que aprender español para mejorar mi cerebro, pero también para evitar perderme la gente y la cultura del lugar, siempre hay mucho que hacer. Me gustan los alimentos sencillos, pero aquí no me faltan los favoritos locales; ya hasta me he acostumbrado a los chiles habaneros. El calor del sol es intenso a tal grado que, después de un año aquí, en invierno necesito usar gorro, aunque haga más calor que en el verano canadiense. Pero lo más importante de la adaptación para mí no es traer mis ideas para cambiar lo que ya existe, sino para ayudar a mejorarlo. Esta podría ser la contribución más difícil, pero también la más importante que puedo hacer. Afortunadamente hay grandes personas alrededor para ayudarme a lograrlo.

 

—Brian.

 

 

Por 

Pascale Tremblay, Profesora.

Brian Archimedes Mendoza Dominguez, Doctor en Ciencias Sociales quien tomó el apellido de su esposa mexicana. 

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