Escondido en la selva donde Yucatán se une con el estado vecino de Quintana Roo y cerca de la costa del Golfo, está Punta Laguna, un pueblo pequeño Maya donde los gallos y los puercos tienen el derecho de paso y el humo de las mujeres haciendo tortillas sobre una flama abierta se filtra por los techos de paja de sus casas. Recorridos guiados por algunas de las sendas de la selva revelan muchas plantas y animales exóticos, y también ruinas pre-hispánicas parcialmente enterradas.

Junto con otros cuatro pueblos, Punta Laguna es parte de una reserva de naturaleza de 5000 hectáreas protegida por el gobierno que se llama Ma’ax Yetel Kooh, traducción Maya para «casa del mono araña y el jaguar.» Además de la especie única de mono araña que habita en el área, la reserva también es hogar de monos aulladores, pumas, coatís, y varias aves. El pueblo fué establecido en los años 30s por un hombre Maya que se llama Ignacio Canal, y sus dos hijos; sus familias siguen viviendo ahí. Cerca de la calle principal hay una escuela de un solo cuarto donde los niños estudian hasta sexto año, aprendiendo español y Maya. Muchos de los lugareños han pasado sus vidas enteras en Punta Laguna y sus alrededores, y nunca han visitado lugares más grandes como Valladolid o Mérida. Solo en años recientes ha llegado la electricidad con paneles solares que permiten a la mayoría de los hogares usar un solo foco en las noches y de vez en cuando una televisión.

A unos pasos de la escuela hay una iglesia donde la gente practica la religión católica mientras todavía siguen las tradiciones religiosas de sus ancestros. La cruz representa el símbolo de Cristo y también un símbolo de las cuatro direcciones cardinales que los Mayas creen es sagrado. Tributos ceremoniales a dioses Mayas, especialmente Chaac, el dios de la lluvia, son comunes, porque mucha de la economía local depende de la cosecha del maíz.

También hay un edificio pequeño para el gobierno local, una tienda que vende bebidas frías y botanas, y una palapa donde las mujeres orgullosamente exhiben sus artesanías. Bellos huipiles (vestidos tradicionales Mayas), blusas, bolsas, pañuelos, y pulseras con bordado intrincado están disponibles para su venta por mucho menos de lo que se pagaría en Mérida. Además de un recuerdo auténtico, se tiene la satisfacción de saber que su dinero ayuda a la comunidad y no va a una cadena comercial o empresa grande.

Los lugareños son amables y están siempre dispuestos a platicar sobre su cultura y vida diaria. Si haces una buena conexión con alguien, es posible que te invite a conocer su casa y su familia, pero sería falta de respeto no comprar algo de la señora de la casa. La mayoría de la gente te permitirá tomar fotos, pero siempre pide permiso primero.

Un camino más pequeño va de la palapa a varias sendas y a un cenote antes de terminar en la laguna de agua de sal. Bajando unos pasos hay un muelle que se estira siete metros sobre el agua pero también hay una vista excelente desde el camino. La pesca está prohibida, y porque se han visto cocodrilos, es riesgoso nadar. Para entrar a las sendas hay una tarifa de $30 pesos, y es necesario estar acompañado por un guía local, que le cobrará $150 pesos para un grupo de hasta diez personas. El tamaño de los grupos es limitado para no asustar a los animales y minimizar la molestia a su hábitat. Los guías tienen mucho conocimiento del área y un equipo de científicos les dió entrenamiento sobre la fauna. Al igual que la gente del pueblo, los guías hablan español y Maya, y hay algunos que hablan un poco de inglés.

Entrando a la selva, caminas en una plataforma pre-hispánica que se ha desintegrado por las raíces de árboles y escondida por la vegetación. A pesar de la vegetación profunda, hay muchos lugares donde se puede ver templos y partes de pirámides. La mayoría de las ruinas son de la época clásica a post clásica, de 700 a 1000 d.C., y son alternativas fascinantes a sitios populares como Chichén Itzá y Uxmal porque están en la misma condición de como fueron descubiertos, ya que no han sido restaurados por los arqueólogos.

El mono araña existe en América Central y la parte norte de Sudamérica. El nombre viene de su habilidad de usar su cola prensil para colgarse de los árboles mientras sus brazos y piernas son libres. Esta especie, Ateles Geoffroyi yucatanenses, es más activo durante la mañana cuando amanece el sol y también a las 5 pm o 6 pm.

Cuando estés observando los monos araña, o cualquier animal aquí, recuerda que son salvajes. No tienen horario y pueden aparecer o no durante el tiempo que estés de visita. Si tienes paciencia, mantienes tu voz baja y escuchas a tu guía, hay buena oportunidad para ver algo. Puedes tomar fotos, pero hay que estar listo porque los animales se mueven rápidamente.

El terreno de la selva no es muy difícil o empinado, pero un buen par de zapatos con sujeción son recomendables porque las piedras son resbaladizas por la lluvia y el musgo. Donde hay selva hay insectos; es buena idea usar repelente en toda la piel expuesta. Calcetines largos, pantalones ligeros, mangas largas y un sombrero son necesarios. Aunque el calor y la humedad son más extremos en esta área, la sombra de la fronda ofrece alivio. Lleva agua para beber y protección solar.

No hay restaurantes en Punta Laguna; debes comer en el camino o traer tu comida. Valladolid es la última ciudad por la que pasas antes de llegar, ahí puedes comprar agua o comida. Los únicos baños en el pueblo están atrás de la escuela, y son muy básicos; es buena idea llevar papel de baño y desinfectante para las manos.

 

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