Últimamente, si has leído artículos o noticias en inglés, seguro te has topado con una creciente variedad de términos que reflejan la nueva cultura de inclusión, de cuidar el ambiente y que cuestionan el “siempre se ha hecho así”. Hace algunos meses, escribí un editorial sobre la idea de lo “sostenible” o “sustentable”; en esta edición hablaré un poco de comprar “éticamente” y lo que implica.
¿Pero qué significa comprar éticamente? ¿Tenemos que desechar todos los avances de la tecnología y volvernos cavernícolas? ¿Dejar de bañarnos diario con jabones y shampoos llenos de químicos que nos hacen oler a flores o plantas exóticas? ¿Dejar de comprar alimentos procesados en empaques difíciles de reciclar y que contaminan al manufacturarse?
¿Podemos vivir sin la tele, aires acondicionados, un buen café o WiFi? ¿Qué haríamos sin nuestros “smartphones” que cada día nos embrutecen más?
Hay cosas que “tenemos” que tener y sería tonto no aprovechar los conocimientos y avances tecnológicos. Pero lo que sí podríamos hacer es realizar una pausa y examinar qué estamos consumiendo y comprando cotidianamente.
Los Sagrados Alimentos
¿Cuántas veces hemos ido a Costco y regresado a casa con alimentos que en muchas ocasiones terminamos tirando a la basura porque se nos echa a perder el producto antes de poderlo usar? Espinacas “baby”, arúgula, papas y espárragos han alimentado a los gusanos de mi composta gracias a mi falta de planeación y compras al mayoreo. Y ellos – los gusanos – muy felices. Pero esa tiradera de comida no se me hace muy ética que digamos, considerando la falta de alimentos que existe en muchas partes del mundo. Me siento realmente culpable cuando pienso en el gasto y la energía que se requiere para traer a Mérida mis manzanas favoritas (Envy) desde Nueva Zelanda. ¡Nueva Zelanda!
Sería mucho mejor visitar un mercado cerca de tu colonia (así se llaman los barrios o vecindarios en Mérida) y así comprar lo que vayas a usar ese día o en los dos días siguientes. Ese empaque de plástico con lechugas de California que podría alimentar a seis familias, realmente no es tan necesario. Comprar lo que se produce cerca es mejor para el medio ambiente, para tu economía personal y para la economía local, ya que dejas tu dinero con las personas que viven aquí.
Si de repente te hace falta prepararte una ensalada de arúgula, pues te sugiero que visites el mercado de Slow Food en Mérida. Se monta cada sábado y puedes encontrar todo tipo de comidas locales diferentes, desde pan de masa madre, hasta conejo y cordero orgánicos y sin hormonas. A lo mejor estás pensando “Sí, pero ese mercado es para gringos y son gringos que venden las cosas”. En realidad, estarás repartiendo tus pesos no sólo con los gringos sino con un nutrido grupo de trabajadores y asistentes locales que además del beneficio económico directo, aprenden otras maneras de producir, vender y comer. Que esas cosas “raras” son altamente redituables.
Empaques de Plástico
Hablando de empaques y el exceso de plástico en el mundo, ¿es realmente necesario que en la farmacia te pongan esa diminuta cajita de Loratidina en una pequeña y totalmente impráctica bolsita de plástico? ¿Pensarán los cajeros (o los clientes) que esa cajita es tan difícil de cargar que requiere una bolsa? ¡La medicina ya viene en su cajita! ¿Y qué harás con esa bolsa apenas llegues a casa? Dudo mucho que la vayas a guardar para cuando te sea difícil cargar una mandarina; no, la tiraras a la basura de inmediato.
Como sugerencia, cuando la cajera de la farmacia, de la tiendita de la esquina o del Oxxo te ofrezca embolsar tu compra, dile algo como “no, ya hay suficiente plástico en el mundo” en un tono amablemente regañón. Algunas personas entenderán tu mensaje y si no, cuando menos los harás pensar por unos momentos, activando esa parte del cerebro que regula el consumo desmedido de recursos y el cuidado del medio ambiente.
Al Turistear
Si estás de visita, compra ese pañuelito de la señora que lo bordó, aunque estén medias chuecas las letras que dicen “Recuerdo de Chichén Itzá”. Sólo cuesta $10 pesitos, no creo que comprarlo te vaya a dejar en la ruina. De hecho, compra varios y regalaselos a tus amigos. Si andas en carretera, para en el tope donde un grupo de niñas y niños del pueblo te muestran bolsas llenas de jugosas naranjas dulces, listas para disfrutar con todo y su chilito. Evita las “artesanías” elaboradas con vidrio, plástico o resinas sobre las mesas que están achocadas debajo de cada árbol en Chichén Itzá. Si realmente sientes que necesitas una máscara tallada, comprala en alguno de los pueblos en los alrededores de Chichén Itzá. Conseguirás un mejor precio y estarás dándole tu dinero directamente a la persona que la talló.
¿Te gustan las hamacas? Ve a uno de los pueblos como Tixkokob o Aké donde las familias se dedican a hacerlas en sus casas. Nuevamente, estarás apoyando directamente a la familia y, de pilón, tendrás una experiencia sociocultural al ver dónde y cómo las hacen.
Y, por dios, ¡no regatees con artesanos o con los que venden pepitas o naranjas! No seas el viajero miserable odiado por todos. Tejer una hamaca puede tardar semanas; bajar, pelar y cortar chinas y empacarlas lleva toda una mañana; tallar una máscara del dios Yuum Chaac toma varios días. Sé generoso. Ese ahorro de $20 – o $200 – pesos no te va a hacer feliz y representa una diferencia enorme para la persona que recibe tu dinero.
¿Vas a tomar un tour? Escoge una compañía que le paga a sus colaboradores (sobretodo a sus guías y choferes) un sueldo digno. Busca ese operador turístico que no trata de ahorrar dinero a lo tonto cuando se trata de seguros, mantenimiento de vehículos o al prometer cosas que no puede cumplir. Una compañía que puede darte una experiencia segura y sin estrés, tanto para ti como para su personal, y que respeta e involucra a los habitantes en los poblados a visitar. Una compañía así crea un impacto duradero y positivo en cada destino y representa una alternativa ética a aquellos tours baratos cuyo único interés es ganar dinero.
Espejito, Espejito
Una definición de “compras éticas” podría ser que cuando estemos de “shopping” nos pongamos a pensar: ¿qué estamos comprando y porqué? ¿Estamos apoyando a los individuos de la localidad o a grandes corporativos que no tienen interés alguno en nuestra comunidad?
Podríamos apoyar a aquellas personas o compañías que se han esforzado para darnos ese “extra”: un producto bueno y de beneficio tanto para el consumidor como para el que lo produce, en un empaque amigable con el medio ambiente.
A lo mejor es demasiado cambiar de jalón, pero creo que poco a poco podemos volvernos más conscientes para elegir mejor en dónde y cómo gastar nuestro dinero.
Editorial por Ralf Hollmann
Autor de Modern Yucatan Dictionary
Fundador de Mayan Xic
Director de Lawson’s Original Yucatán Excursions
Fotografías por Maggie Rosado, Yucatán Today y Casa de las artesanías para su uso en Yucatán Today.
Entradas relacionadas
Esta entrada también está disponible en: EN